Dr. Augusto Vicario
“El electroencefalograma es un fenómeno concomitante de los procesos nerviosos continuos del cerebro, como el electrocardiograma es concomitante de las contracciones de los segmentos individuales del corazón”
(Hans Berger).
Robert B. Campenot dijo: “somos máquinas eléctricas”. Desde que Luigi Galvani (1737-1798), midiera la actividad eléctrica en los nervios de la rana con un instrumento que la historia conocería como “galvanómetro”, hasta entender el funcionamiento neuronal gracias al descubrimiento de la actividad eléctrica (despolarización) que se transmite por las prolongaciones nerviosas (axones) de una a otra neurona, gracias a los trabajos de Alan Hodgkin y Andrew Huxley (Premios Nobel de Medicina 1963), han pasado más de dos siglos. Las células cardíacas al igual que las neuronas también transmiten y propagan su señal gracias a la actividad eléctrica generada por cambios en las corrientes iónicas de la membrana celular que, en definitiva, estimulan y contraen el músculo cardíaco generando los latidos cardíacos.
El holandés Willlem Einthoven (1860-1927), premio Nobel en 1924 es considerado el fundador de la electrocardiografía moderna. Estudio en la Universidad de Utrecht y realizó su tarea como investigador en la Universidad de Leiden. Si bien ya era conocido que los latidos cardíacos se producían por corrientes eléctricas no existía ningún instrumento que pudiera medirla. Einthoven desarrollo de un galvanómetro llamado a “cuerda”, consistente en un hilo conductor fino dentro de un campo magnético generado por dos potentes imanes. Este instrumento le permitió aumentar la señal eléctrica generada por el corazón y graficarla. Nacía así, el primer registro gráfico de la actividad eléctrica cardíaca: “Electrocardiograma (EKG)”. En 1901, publicó su primer artículo: “Un nouveau galvanómetre” y en 1906, describió las aplicaciones clínicas y las características electrocardiográficas de muchas patologías cardíacas (“Le telecardiogramme”). La nomenclatura asignada a cada onda del registro (P, Q, R, S y T) se conserva hasta nuestros días.
Dos décadas depués, en 1929, el profesor Hans Berger (1873-1941), neuropsiquiatra de la Universidad de Jena en Alemania, fue el primero en registrar ondas eléctricas en el cerebro de un paciente, publicando sus resultados en un artículo titulado: “Sobre el electroencefalograma (EEG) en el hombre”. A pesar de la magnificación de la señal eléctrica obtenida por Einthoven, este método era insuficiente para detectar la actividad eléctrica en los nervios. Basado en los trabajos de Edgar Adrian (Premio Nobel 1932), sobre el impulso nervioso en los nervios periféricos, diseño un instrumento que permitía registrar desde la superficie del cuero cabelludo, la actividad sincronizada de un conjunto de neuronas, reflejando de esta forma los distintos estados de vigilia del cerebro (ondas alfa, beta, gamma, delta y theta). En sus primeras investigaciones intento correlacionar la actividad cerebral con la influencia de los latidos cardíacos y las funciones vasomotoras. Destituido de su cargo como jefe de Psiquiatría por el régimen Nazi y sumido en un cuadro depresivo, Berger se suicida ahorcándose en el hospital de Jena antes de recibir el Premio Nobel el 4 de junio de 1941. Hasta principios del siglo XX la única forma de registrar la actividad eléctrica del corazón y el cerebro era aplicando, en forma directa, electrodos sobre el órgano. Einthoven y Berger, logran saltar la barrera de los tejidos y realizar los primeros registros eléctricos en individuos vivos. Ya sea con letras romanas o con letras griegas, para designar las distintas ondas que resultan de la actividad eléctrica, hoy podemos ver y examinar como el corazón y el cerebro expresan su actividad.
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